La importancia de la arquitectura

Es curioso como en el día a día, algo tan necesario como una barandilla, pasa desapercibida ante nuestros ojos. Ninguno de nosotros se levanta un lunes y cuando toca bajar a la calle piensa "oh barandilla, menos mal que existes". Hasta que llega el martes, en el que te levantas con un esguince en el tobillo, te ves cual pirata "patapalo" ante 45 escalones y dos cosas pasan por tu mente:

1. Voy a hacer una pierna que ni Beyoncé.
2. Por favor, que haya dónde agarrarme.
Solo entonces, cuando tienes la necesidad imperiosa de hacer uso de ella, te percatas de su existencia.

Esto se lo que se llama un cambio de perspectiva: algo que estaba frente a ti todos los días, adquiere un matiz diferente debido a un cambio en tu rutina. En este caso, se trata simplemente de un objeto cotidiano, pero esto ocurre con cosas mucho más complejas; la forma en la que vemos el mundo condiciona cómo nos sentimos en este (positivos, negativos, solos, felices, etc.)

Al viajar, el modo en el que ves lo que te rodea también se ve afectado. Cuando estás lejos de tu casa, de tu gente, empiezas a echar en falta cosas que nunca antes habías pensado que fuesen tan indispensables. Es el caso de los pilares:

Desde la época de los romanos, egipcios, griegos y todos estos colegas, los pilares han sido básicos en la arquitectura. Nadie se imagina la catedral de Notre Dame o el panteón de Agripa sin ellos. Pero cuando salimos de su significado más material y pasamos a hablar de seres humanos, personas que están ahí sosteniendo nuestras vidas, haciendo que nuestro día a día sea más feliz, la cosa cambia.
Quién no ha descuidado una amistad, quién no se ha despreocupado de mantener viva una relación, quién no ha pasado por alto los momento de flaqueza de algún allegado... "Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra".


Pero ¡Ay amigos! ¿Y cuando te ves a mil kilómetros de distancia de ell@s? Cuando tienes un día de perros, en el que necesitas descargar con esa persona y no está ahí. Entonces si somos conscientes de quiénes son y de lo importantes que son para mantenernos en pie. Y los echamos de menos, por muchas veces que, estando juntos, los hayamos echado de más.

Lo bueno, es que en nuestra vida no hay un cupo límite de pilares y, al igual que en la construcción, los hay de muchos tipos: amigos de toda la vida, familia, pareja, etc. Y hay uno, del cual he descubierto su existencia hace poco, que he denominado "pilar simbiótico".
Se trata de esas relaciones que nacen de la necesidad. En un momento, aparece alguien que, al igual que tú, se encuentra de una situación "despilarizada" y, debido a un reglamento no escrito, os convertís en sustentos mutuos. Puede que, en tu vida "normal", nunca hubieseis tenido ningún tipo de vínculo, puede que ni siquiera hubieseis llegado a conoceros; pero en ese momento se convierte en alguien indispensable para ti y pasa a formar parte de tu "esqueleto emocional".

Si tenéis suerte, este se hará un hueco permanente y si no, siguiendo con el tema bíblico, podéis sacaros esa costilla y odiaros hasta el final de los tiempos.

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