Capítulo 1: sobreviviendo al alemán. Consejos vendo.

Venirme para Alemania cubre dos de mis prioridades:

a) Escapar de mi amado hogar durante un tiempo y oxigenarme.
b) Aprender el maravilloso y útil idioma alemán.

Bien, la primera está cubierta: ya aterricé, ya estoy con la familia, ya estoy respirando otra contaminación diferente, etc.
La segunda es otra historia. Si alguien se ha parado a escuchar a un nativo hablar este bonito idioma (digo un nativo, no un Alemañol que se dedica a poner voz de mosqueado), es posible que comparta conmigo la sensación de "esto no hay quien lo entienda/aprenda".


Este shock tras la primera toma de contacto a mi me duró una semana, día arriba día abajo. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que pasado este tiempo pueda llegar a captar una décima parte de lo que dicen. Pero ya no me entran ganas de llorar y patalear gritando "por el amor de Morgan Freeman, dejad de hablar en arameo" mientras corro 1000km hacia mi casa.
Como prueba de fuego, yo me enfrenté a lo que he denominado "germano-terapia de choque": El segundo fin de semana lo pasé en la jornada de puertas abiertas de la tienda de mis hospedadores. Esto vienen siendo dos días en los que la gente se pasa a comer, echar un ojo y, si conocen a los dueños, preguntarte quién eres, de dónde vienes y terminar con "¿hablas alemán?". Para sobrevivir, a este trago desarrollé un par de tácticas que espero os sirvan si alguna vez os veis en una situación parecida a la mía:

1) Agallas el perro cobarde: aíslate del mundo todo lo que puedas. Intenta pasar lo más inadvertid@ posible, sin parece un gremlin antisocial. En mi caso consistía en numerosas visitas al baño, al jardín y permanecer en una esquina sonriendo como si no tuviese nada que ver con el evento.

Si esto no funciona, como puede ser en algunos casos, y la gente se empeña en comportarse como seres civilizados e intentar entablar una conversación, viene la segunda táctica.

2) Angelito cortito: pongamos un ejemplo. Se acerca una simpática señora amiga de la familia y te pregunta algo así como "die aupair bist du?" a lo que tu entiendes "shamalajskj?". Entras en pánico porque no tienes ni idea de por dónde van los tiros, así que la solución más sencilla es: sonreir, poner cara de no haber roto un plato, negar con la cabeza, encogerte de hombros y decir "sorry, no German. English?" a lo que probablemente seguirá un "nein" por parte de la amable señora, seguido de una sonrisa y su marcha. Con lo que te vuelves a quedar en la posición de "Agallas el perro cobarde" esperando con tensión a que otra voz se dirija a ti.


Si por algún casual, ninguna de estas tácticas resulta últil, siempre tendremos la salida de emergencia: Tirarse al suelo y largarse haciendo la croqueta. El único problema de esta es que la vuelta a casa con tu familia de acogida no está asegurada.

Con todo esto, deberías ser capaz de sobrellevar, de manera más o menos digna, cualquier situación social hasta que pase tu "alemanofobia" inicial.

Volviendo a mi experiencia. Una vez pasado el susto y recordar el segundo motivo que me llevó a marcharme cual Marco (sin mono y en busca de una familia aficionada al curry wurst), me espera un bonito curso para el aprendizaje de la lengua del país "Merkeliano.

Como dirían los pokemon: To be continued...

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