Lugares top: Brandenburger Tor

Berlín está lleno de lugares simbólicos (no se puede esperar otra cosa de una ciudad en la que cada rincón tiene un hueco en la historia de la humanidad), pero sin duda uno de los más reconocidos es la Brandenburger Tor o Puerta de Brandeburgo. Vayamos el día que vayamos, sea la hora que sea, allí veremos agolpados a turistas y más turistas que, cámara en mano, quieren hacer constancia de que estuvieron en la ciudad; de hecho yo misma aun no he conseguido tener una fotografía en la que no haya o un tour de chinos(as), una familia Polaca o un tipo disfrazado de soldado detrás.
Pero no es de extrañar, porque con lo este armatoste de 26 metros de alto podría contarnos tendríamos para escribir un libro. Yo no tengo intención de hacer algo de tal envergadura, pero si os quedáis conmigo, os cuento algunas cosas de interés sobre este icono berlinés.

Primeramente, situémonos de frente a ella y veamos dónde estamos: una zona adoquinada cerrada al tráfico que se ha convertido en un lugar tanto de "peregrinación" como de reunión para los berlineses, donde tienen lugar eventos como la conmemoración de la caída del muro, la fiesta de fin de año u otras ocasiones especiales. A nuestra espalda, encontraremos al famosa Unter den Linden, una calle que también da mucho de qué hablar pero que por ahora nos limitaremos a definir como el boulevard más conocido y clásico de la metrópoli: lleno de tiendas, museos, cafeterías... Vamos, de todo un poco en dimensiones alemanas. Si volvemos a mirar a la Puerta, nos veremos en Pariser Platz o Plaza de París, otro lugar emblemático (ese es el problema, que estés donde estés, hay un lugar, o varios, imperdibles cerca y creedme, estamos hablando de una ciudad muy grande) que curiosamente recibió su nombre por cierto elemento presente en la figura que nos ocupa, así que volvamos a ella.

El monumento data del año 1778 (aunque no se terminó por completo hasta 1795) bajo el reinado de Federico Guillermo II de Prusia o Friedich Wilhem II, que por suerte no vivió lo suficiente para ver como, en 1806 tras una batalla -y una derrota- con un famoso individuo conocido como Napoleón, la Cuadriga (que por aquel momento no llevaba ni la cruz ni el águila) era llevada a París como trofeo de guerra. Esta escultura que corona la Puerta, representa la diosa Victoria montada en un carro tirado por 4 caballos en dirección a la ciudad y en sus comienzos, no quería ser otra cosa sino un símbolo de paz.
Digo yo, que hubiese sido más sencillo llevarse una postal o algo que pesase menos de una tonelada, pero por lo que se ve, por aquella época si no volvías con un souvenir más pesado que el barco en el que viajabas no eras bien recibido. 
Por suerte, un tal Ernst Von Pfuel apareció en escena para, en 1814, tomar París con las tropas prusianas y devolver tan preciado símbolo a la ciudad de Berlín.Y fue esta hazaña la que llevó a añadir el elemento prusiano conocido como la cruz de hierro a la mano de nuestra amiga Victoria, que hoy en día sigue sosteniendo.


Pasaron los años y llegó la segunda Guerra Mundial, en la cual se vio gravemente dañada. Pero aquí va algo curioso: cuando esta vio su fin, los gobiernos de Alemania Oriental y Alemania Occidental - que se dedicaban a separar la ciudad con un muro de 4 metros y poner sus cañones apuntándose respectivamente- acordaron restaurarla haciendo un esfuerzo conjunto. ¿Lo decidirían tomando un café tranquilamente?

El caso es que el tiempo siguió pasando, hasta llegar a hoy, día en el que nos encontramos frente a ella, recordando parte de lo que ha pasado por delante y entre sus arcos. Resulta increíble pensar que, estos casi 30 metros de piedra arenisca, hayan sido los únicos supervivientes de las 18 puertas de la ciudad en el siglo XVIII, hayan vivido el ascenso de Hitler al poder, el desfile de tropas nazis, la separación de una ciudad en dos durante 28 años, conciertos, eventos multitudinarios y miles de historias que no han llegado a nuestros oídos; para convertirse en un emblema tanto de la historia europea, como de la unidad y la paz.

Así que como no creo que estuviese bien visto que te encaramases a lo alto para llevar contigo la Cuadriga como hicieron en su día, no puedes irte de Berlín sin por lo menos haber visitado la Brandenburger Tor - y haberte sacado una foto con ella y todos aquellos que sin invitación, aparecerán contribuyendo a la creación de un fondo único-.




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